Lee el siguiente mito griego.
Orfeo y Eurídice
(Adaptación[1])
Orfeo fue un famoso músico, hijo de Apolo, el Sol, y la ninfa Calíope. Tocaba la lira tan bien que hasta las fieras se agrupaban a su alrededor para escucharlo. Los árboles bajaban de los montes y los ríos detenían su curso.
El día de su boda, su amada Eurídice murió por la picadura de una serpiente, y Orfeo decidió bajar a buscarla al mundo subterráneo.
Primero tuvo que convencer al barquero Caronte, quien a cambio de una canción le ayudó a cruzar la laguna Estigia, oscura y agitada.
Después, el enamorado cruzó el Flegetón, un torrente de lava en cuyas orillas nada podía crecer. También atravesó el Leteo, río del olvido, sin perder la memoria de su amor.
Después se encontró a Cerbero, guardián del mundo subterráneo. Era éste un feroz perro que gruñía si cesar con tres cabezas y agitaba furioso el aguijón de su cola, pero que, al escuchar la lira de Orfeo, se volvió manso como un cachorro.
Tras pasar estas pruebas, el desolado esposo llegó ante la dulce Perséfone y el severo Hades, dioses y reyes del Inframundo, y con sus cantos y la música de su lira los conmovió para que le devolvieran a Eurídice.
Los dioses del mundo subterráneo aceptaron, con la condición de que ella lo seguiría y el joven músico no debía mirarla ni dirigirle la palabra hasta que llegaran a la superficie.
Él cumplió con la condición durante el difícil ascenso a la superficie, entre sombras y peligros. Orfeo desconfió cuando ya vislumbraba la luz del Sol. No creía que su esposa lo
hubiera seguido hasta ahí, así que volteó para asegurarse. En ese mismo instante, Eurídice se despidió tristemente y desapareció para siempre.
A partir de entonces, Orfeo se refugió en lo profundo de los bosques, cantándole solamente a la naturaleza. Después de su muerte se transformó en cisne y su lira en una constelación de estrellas.
[1] Baude, Luis (1887) Mitología de la juventud. Bouret, París.